21/4/08

El presente de la educación

En México los niveles educativos, en cuanto a cantidad de tiempo, son unos de los más largos, consumiendo muchos años de nuestras vidas en su paso. Pero llegamos siempre a la diferencia de la cantidad vs. la calidad. Éste es un tema de discusión que se ha tenido desde años atrás y procuraría no tomar como ejemplo el mundo del pasado, tan diferente al mundo de ahora, que será tema de otro futuro escrito.

En cambio, puedo comentar que la experiencia que he tenido en los últimos años en cuanto a materia educativa me ha dejado claro las últimas tendencias: si quieres buena educación, debes buscarla por ti mismo. Poco a poco el moldeamiento que la educación superior trata de lograr es muy sencillo “eres joven, pero terminarás perdiendo tus ideales, acostúmbrate” como si se tratara de un determinismo absoluto.

Muchos maestros herederos de una tradición estudiantil con tendencias revolucionarias se jactan orgullosamente de la imagen de su generación, pero lo que transmiten en las aulas dista mucho de ello. Quedándose constantemente del gobierno como tarjeta de presentación diaria, nos enseñan que es mejor trabajar para el mismo enemigo aparente, claro, bajo supuestos “correctos” como lo son los conocimientos que ellos mismos transmiten.

Entonces llegan al absurdo de desechar cualquier idea que no presente una solución práctica, una solución tangible bajo los marcos que ellos consideran son los correctos, es decir, aquello que deje dinero y/o se inscriba en un proyecto novedoso, y demeritan a todo aquel que lo intente. Al parecer la impresión que ellos tienen de sus estudiantes es en el fondo muy pobre, esperando de los mismos poco que aportar.

Por ello, decidieron cambiar sus tendencias a crear autómatas, gente que memorice las técnicas de un programa o software específico, o alguna técnica de aplicación sencilla y fácilmente corruptible, sin razonar el alcance de su utilidad. Esperan que lleguen a puestos en una oficina del gobierno, o mejor aún, de empresas privadas, aunque ese puesto sea el equivalente de un técnico.

No es de extrañar frases como “El gobierno ha puesto en marcha un programa de… “, “Cuando estén trabajando capturando datos…” o “Esa es una buena idea, paténtala y véndela muy cara”. Pero no parece haber tendencia a mostrar cómo pensar en la buena voluntad de uno, de prestar sus servicios conscientemente de esperar poco o ningún pago a cambio, pero con la satisfacción de haber ayudado a una comunidad desprotegida o simplemente por pura autorrealización personal.

Es muy claro que la tendencia neoliberal del país se ha filtrado a tal nivel que aquellos que quieren más de lo que la educación ofrece tienen que buscarla en otros lugares. Pero entonces se concibe el fenómeno como “fuga de cerebros”, un mal que aqueja a la sociedad, cuya culpa es atribuida por lo general a los países receptores, pero nunca al sistema educativo del país expulsor.

Claro, es obvio que no soy el primero en hacer hincapié en este tipo de situaciones. Pero creo que en México su reflexión aunque existente, es muy escasa ante el abrumador peso de la ideología dominante, que no consciente de su situación como tal, tacha su opuesto con el adjetivo de ideología también, pero con una connotación negativa.

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