22/12/08

La música ha muerto

O se ha estado muriendo desde hace ya tiempo. Por finales de los años 90’s y principios de la siguiente década en plena adolescencia me gustaba mucho escuchar música y ver videos, particularmente en MTV. Poco a poco, ya cerca del año 2003 dejó de gustarme el canal, especialmente porque para ese entonces habían desaparecido muchos programas interesantes como Behind the music y mi favorito MTV clásico, donde podía ver videos de la música que me gustaba, ya que, con todo respeto a quien le guste, he sentido que no ha salido al mercado ya muy buena música desde lo que va del siglo, al menos no ha habido un movimiento musical interesante de calidad (que no quiere decir que no salga música de calidad, pero ésta permanece generalmente oculta).

Precisamente por ello el canal poco a poco se concentró en el mercado adolescente, los grupos y estilos sumamente enfocados en ellos. La música del adulto contemporáneo poco a poco se desvanecía. Después saldría la versión latina de VH1, con un tipo de música enfocada más a ese público mayor. Pero igualmente poco a poco fue sustituida por la música adolescente. 

Tuve que recurrir a comprar DVD’s, algunos originales, otros piratas, donde pudiera ver conciertos y videos de lo que me gustaba. A veces descargaba los videos en Internet y los almacenaba en mi disco duro. Sin embargo, años después encontré en YouTube la mejor forma de ver videos, muchos de canciones que no conocía. Los podía ver cuando yo quisiera y encontrar versiones tan diversas. 

Por obvias razones decidí deshacerme de parte de mi archivo de videos en el disco, ya que ahorraba memoria y no costaba tanto descargar un video del sitio sin necesidad de guardarlo. Sin embargo, hoy me acabo de dar cuenta, esa era también ha acabado. Muchos videos han sido retirados de YouTube por “infringir derechos de autor de un tercero”, tercero que son las discográficas como Warner.

No sé qué siga, probablemente YouTube tenga que pagar derechos de autor a través de suscripciones con costo a su sitio, o bien bañarnos con publicidad spam, o quizás simplemente restringirnos el número de videos/tiempo que podamos ver; no sé, todavía se encuentra en el proceso de ajuste. Asimismo, siempre habrá un sitio alterno libre, siempre hay ingenio y resistencia contra el sistema.

Pero me pregunto porqué siempre tenemos que estar pagando por todo, por escuchar música por ejemplo. La música ha perdido su estética, ya no importa la calidad, sino vender. Incluso ya no importa trascender, es vender. Lo mismo con el cine y la televisión, incluso los libros. Sabemos muy bien que no siempre hay que confiar en que uno de ellos esté en boga por ir en contra de las ideas preestablecidas, a final de cuentas ese no deja de ser un truco publicitario que, si, adivinaron, vende.

1/12/08

Qué decir sin decir nada

Los últimos meses han sido una experiencia un tanto extraña. Incrustado ahora en otro contexto me siento doblemente ajeno y doblemente más parte de mi anterior ambiente. Me encuentro sin inspiración no por el hecho de que no la tenga, sino que realmente donde ahora estoy no se viven las cosas cómo las solía vivir y eso me deja, temporalmente sin comentarios; porque quizás lo que diga de aquel anterior contexto ya no se vive igual o porque lo que vivo en el actual es sólo mi percepción y no la realidad. Sin embargo, a final de cuentas, eso sucede en ambos contextos.

¿Qué es parte de la vida actual? Suceden muchas cosas alrededor del mundo, especialmente la victoria de Obama en las elecciones de Estados Unidos y la crisis económica global que dicho país ha generado. ¿A nivel local? En México, la percepción de violencia se ha desatado, como aquel trágico incidente en Morelia en las festividades de la independencia; o quizás aquel “accidente” de avión donde personajes del gobierno murieran y en su camino se llevaran un gran daño colateral. Mientras tanto la reforma petrolera fue aprobada en plena crisis. ¿Y en el otro local dónde estoy ahora? Pues al parecer no hay tanta excitación por alguna noticia en particular, o al menos no se manifiesta de la misma forma a la que estoy acostumbrado.

La pregunta sería ¿cómo hablar de la vida cotidiana en estos tiempos, donde al parecer lo macro fuera más importante que lo micro? No es así. Hablamos de historia, a veces nos enfocamos sólo en lo grande, en lo muy conocido, pero no en lo sobreentendido. Decía el historiador Fernand Braudel que existen diferentes duraciones. Hoy vivimos un momento de corta duración que marca lo que vendrá, pero a su vez marcado por acontecimiento de mayor duración del cual a veces no somos conscientes por su ritmo lento.

Por el contrario, la vida cotidiana tiene un ritmo volátil, efímero, como una fotografía que queda plasmada en el tiempo y en el espacio. Cada momento es un marco, un cuadro de película y juntándolos poco a poco la vamos armando. A veces las películas tienen secuelas, así como precuelas, que nuevamente habría que seguir armando. Esta idea es más acorde a una postura de un Erving Goffman más avanzado.

Pero éste análisis requiere de encontrar esa relación entre cuadro a cuadro y de una película, dónde lo grande comience a tener sentido en lo pequeño, en una serie de filtros de escalas que nos permitan ir de lo micro a lo macro y viceversa, en un juego de análisis y crítica más acorde a los términos de Henri Lefebvre o de C. Wright Mills. Es un ejercicio difícil, a veces sólo entendido por uno mismo, que cuando lo plasma en palabras deriva en la múltiple interpretación de aquellos a los cuáles se les comunica o informa.

No sólo he notado discrepancias en la “cultura” en la que estoy ahora, sino también ciertos paralelismos, aquellos que creía eran propios de la mía. Y es a final de cuentas lo más difícil de entender, pues dentro de una cultura existen muchas otras en su interior, algunas veces derivadas de la grande y algunas como productos de otros procesos como la migración; y aquello resultante es la interacción (lo micro) que se da mientras la asimilación (lo macro) se va formando.

El juego de lo micro a lo macro es de un cambio de escalas, sean espaciales, sean temporales, sean culturales, etc. En el proceso no sólo hay que describirlas, sino criticarlas, entendiendo crítica como una forma de análisis tan necesaria como la descripción. Algunos se dedican a explicar sólo el pasado, otros sólo el presente, otros a inferir el futuro. A fin de cuentas, terminamos hablando sobre un tiempo más acorde a nuestras necesidades, proyectándolas en otras formas imaginadas, como es el caso del arte y sus múltiples facetas.

A veces es difícil distinguir entre ficción y realidad. Un cuadro, un libro, una canción, una construcción, reflejan la idea de su autor y de su sociedad. Suele ser más flexible citar un libro, un verso, un poema o incluso un cuadro que un autor o teoría, porque se piensa menos serio por ser la percepción de una persona o una metáfora solamente, o incluso por que posee una estética que lo hace más agradable en su recibimiento que lo crudo o desnudo de la realidad, que a fin de cuentas, suele ser otro tipo de interpretación, con un sentido “poco artístico” pareciera.

Eso artístico, eso crítico, ese análisis y disfrute de la creación es parte de ésto. Me gustaría creer que los invito a pensar, sea pensar conmigo o sin mí, mas no a simplemente informar, algo que siento que terminan queriendo los lectores. Quizás no sea yo, ni ellos o ustedes, sino que es parte de esos procesos micros y macros que percibimos, pero de los que no nos importa hablar. No soy de la idea de determinaciones, sino de procesos conjuntos que se sobreponen en la complejidad. Por ello no los culpo, pero tampoco los justifico.

No los culpo porque muchas veces no somos capaces de ver más allá. Pero no los justifico cuando sí somos capaces, pero decidimos ignorar. Finalmente la motivación real es pensar que lo plasmado deja de ser un monólogo personal para convertirse en un monólogo público. Compartir, uno de los sedimentos sociales, es parte de lo que hago, aunque parezca lo contrario.