21/2/08

Los manierismos del fumador

El acto de fumar requiere de una serie de acciones distintivas y son ellas con las cuales podemos observar el grado de intensidad del fumador. La idea de que el cigarro es exquisito proviene de la fantasía de un adicto, pero como el nivel de adicción en un primerizo es casi nula, la reciprocidad social o la fantasía creada que se tiene del cigarro es la mejor arma que se tiene para caer.

Los fumadores primerizos tienden a mostrar facetas muy estilizadas como de una persona con un grado avanzado de madurez e intelectualidad. Cerrando ligeramente los ojos, inclinando un poco la cabeza, practican el arte de la inhalación y exhalación. Algunos incluso tratan de formar figuras con el humo, otros simplemente ignoran su alrededor queriendo mostrar poca importancia hacia ello, aunque una mirada de reojo suele delatar lo contrario.

Algunos otros buscan en el cigarro, la fantasía de la relajación, la idea del aislamiento. Muestran interés en tener un cigarro aún sin ser fisiológicamente adictos y poco a poco lo aprenden como la única manera de encontrar ese estado ideal. Pero cuando ya se es fisiológicamente adicto, la forma de fumar cambia. Ahora el interés es la nicotina y dejan de lado aquellas razones que los llevaron a su adicción. Su manera de fumar se nota ahora tan natural que el énfasis es menos intenso, pues sólo se hace por que el cuerpo lo requiere, no por que se desee que la gente lo vea a uno hacerlo.

Cuando un fumador ya adicto comienza una nueva fase de experimentación, donde por lo general se da el salto hacia otra modalidad, como lo es el puro o la pipa, la búsqueda de la impresión regresa. Vemos de nuevo los manierismos típicos de un fumador primerizo y si uno cree que la historia se detiene en el cigarro, se está equivocado, pues podemos encontrar casos similares aunque diferentes en el alcohol o incluso el café.

La sutileza de la interacción cotidiana nos ha filtrado de la observación de lo que pudiera parecer innecesario atender.

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