Fechas Aguascalientes: 30-04-
Decidí salir de mi rutina para aventurarme en un viaje por el noroeste del país hasta llegar a Tijuana, ciudad donde tendría lugar un congreso de esperanto. Quería tiempo para mí mismo, para reflexionar sobre todo y el admirar paisajes que aseguraban una terapia de relajación. Llegaría el día de mi cumpleaños número veinticuatro a la ciudad fronteriza. Aunque con mexicanos era el grupo con el que más conviviría, en el congreso habría más gente, especialmente extranjeros, la mayoría de Estados Unidos. La característica que más sobresaliente de ellos era su edad, la cual era ya avanzada, de un rango aproximado de cincuenta años en adelante. Sin embargo, el espíritu esperantista se hacía notar y había abertura para convivir con quien uno quisiera.
Me hospedaría en la “Casa azul”, un lugar que la organizadora del congreso tenía gratis para aquellos que no podían pagar un hotel. Compartiría ese lugar con unos camaradas. El segundo día sería muy animado, habría un largo recorrido por el centro de la ciudad y la idea de experimentar la vida nocturna de la ciudad. Sabiendo la reputación que tiene la misma, decidí no aventurarme.
El último día del congreso me despedí de todos para dar comienzo a un viaje ambicioso, el regreso a la capital mexicana desde Tijuana a través de la península de Baja California para cruzar por barco. Tomé un camión a las 4 de la tarde y emprendí mi retirada, admirando la belleza del océano pacífico mientras había luz de día.
Eran las 8 de la mañana del siguiente día, una hora más por el cambio de horario entre regiones y había llegado al puerto de Santa Rosalía en Baja California Sur. Después de tantas horas, no podía creer que había cruzado tan solo la mitad de la península. Sin embargo estaba aún a tiempo de abordar un ferry para cruzar el Mar de Cortés.
Emprendí mi viaje a las 10 de la mañana, entusiasmado por mi primer viaje en barco. Las primeras horas traté de admirar la vida marina, viendo manta rayas, peces voladores y un ballenato a la altura de
Llegué a Guaymas en la noche y viajé en busca de la central de camiones, la cual para mi sorpresa era tan pequeña como una casa y sin tecnología actualizada que la persona de la taquilla expedía boletos con máquina de escribir. Justo estaba el camión hacia el DF y lo abordé, sin embargo no era la clase de camión que esperaba.
Estaría más de 24 horas en ese camión, con muchas quemaduras de sol, desnutrición y deshidratación, en un asiento sucio con mucho ruido y movimiento. Cuando llegué a Guadalajara sentía que estaba más cerca de la ciudad. Cambié de autobús y me dispuse a tomar una siesta así como otra noche adicional de viaje. A mi regreso a
Pasaron diez meses y volví a viajar. Esta vez se trataba de un viaje corto pues me dirigí a Aguascalientes. Nuevamente, la excusa fue un congreso de esperanto, pero al fin y al cabo, el viajar siempre es un placer. Al siguiente día comenzaba el congreso y algunas caras familiares arribaron. El segundo día del congreso habría un recorrido a
Durante el día siguiente, dimos un recorrido por la ciudad, pasando por la plaza del centro, así como al museo del tren, algo bastante sorprendente tomando en cuenta que en mi niñez aún llegué a viajar por el mismo. Este último viaje sería realmente algo muy fugaz, considerando la gran dedicación que le he dado a otros viajes, pero no por ello no lo dejo de tomar en cuenta.