Era una blanca mañana, el sol había toca mis ojos cuando este apareció lejos al oeste de la ciudad. Era muy claro el día, tan claro como la sala de un hospital, pero esa blancura contrastaba enormemente con aquella noche infernal, cuando hace un año, la gran tormenta me dejó sin mi amada y sin mi único hermano, seres a quienes tanto quise y amé. Las noches eran tan bellas cuando ella me recibía después de tanto tiempo que yo usaba para acudir a los campeonatos. Aquellos momentos era mágicos, llenos de dicha y gracia nos envolvíamos en un mar de caricias y besos, que culminaban en los actos más placenteros y ricos de vida, cuyo final era el mismo, el deseo de darle un miembro más a la familia.
Cuando llegó la noticia de que lo habíamos logrado, no pudimos esperar que ir a festejar en un bar en el centro de la ciudad, con todos nuestros amigos. Fue una noche larga, y aunque no había bebido mucho, la madrugada comenzaba y afectaba mis sentidos que me había llegado el cansancio cuando nos alejamos de ese lugar. Juan Pablo, mi hermano y mejor amigo que jamás tuve, me pidió irse con nosotros, la lluvia subía de nivel cada vez más y la oportunidad de pedir taxi era casi imposible. Esa noche sería la última de mi feliz vida, cuando la visibilidad era cada vez menor y el cansancio mismo me segaba al conducir, que en un instante simplemente perdí el conocimiento y el auto salió del camino.
Cuando desperté, el tiempo había pasado, dos días para ser exacto; y ese despertar mío fue la única buena noticia para los demás. Junto a mi lado estaba mi madre, que lloraba de la emoción de verme con los ojos abiertos, pero también de la tristeza que acontecía a mí alrededor, Simona y Juan Pablo no sobrevivieron y no pude mas que quedarme sin respuesta ante tal hecho. Pronto el doctor entró a mi cuarto, junto a enfermeras y estudiantes detrás de él, con unos ojos fríos y sin sentimientos, pero atento ante cualquier reacción mía, reafirmando lo que mi madre me había dicho. Simplemente me quedé atónito y sin expresión, pero no fue tal aún que al ver como el doctor me decía:
-Joven, usted realmente sobrevivió de milagro, sin embargo no salió tan ileso de ese accidente, si me permite tengo algo que mostrarle-, Recogió la sábana que me cubría, revelando que ahora sólo tenía una pierna y con ello mi carrera de tenista también se había ido.
Así es, esas imágenes me venían a la cabeza todos los días que despierto aquí, en esta solitaria casa. Sólo había encontrado en la bebida la única forma de tratar de sentirme bien y engañar a mi cuerpo de felicidad, siendo sólo un engaño para mí esa autodestrucción que simplemente no podía dejar ya. Todo el dinero que había ganado en mi gloriosa vida de éxito era sólo desperdiciado en el alcohol y nada mas, nunca salía de casa, nunca. La vida era monótona, llena de rutinas como beber y recordar, recordar si tan sólo no hubiéramos estado hasta tarde, si tan sólo no hubiéramos ido ese día, si tan sólo no hubiéramos ido nunca.
Cuando llegó la noticia de que lo habíamos logrado, no pudimos esperar que ir a festejar en un bar en el centro de la ciudad, con todos nuestros amigos. Fue una noche larga, y aunque no había bebido mucho, la madrugada comenzaba y afectaba mis sentidos que me había llegado el cansancio cuando nos alejamos de ese lugar. Juan Pablo, mi hermano y mejor amigo que jamás tuve, me pidió irse con nosotros, la lluvia subía de nivel cada vez más y la oportunidad de pedir taxi era casi imposible. Esa noche sería la última de mi feliz vida, cuando la visibilidad era cada vez menor y el cansancio mismo me segaba al conducir, que en un instante simplemente perdí el conocimiento y el auto salió del camino.
Cuando desperté, el tiempo había pasado, dos días para ser exacto; y ese despertar mío fue la única buena noticia para los demás. Junto a mi lado estaba mi madre, que lloraba de la emoción de verme con los ojos abiertos, pero también de la tristeza que acontecía a mí alrededor, Simona y Juan Pablo no sobrevivieron y no pude mas que quedarme sin respuesta ante tal hecho. Pronto el doctor entró a mi cuarto, junto a enfermeras y estudiantes detrás de él, con unos ojos fríos y sin sentimientos, pero atento ante cualquier reacción mía, reafirmando lo que mi madre me había dicho. Simplemente me quedé atónito y sin expresión, pero no fue tal aún que al ver como el doctor me decía:
-Joven, usted realmente sobrevivió de milagro, sin embargo no salió tan ileso de ese accidente, si me permite tengo algo que mostrarle-, Recogió la sábana que me cubría, revelando que ahora sólo tenía una pierna y con ello mi carrera de tenista también se había ido.
Así es, esas imágenes me venían a la cabeza todos los días que despierto aquí, en esta solitaria casa. Sólo había encontrado en la bebida la única forma de tratar de sentirme bien y engañar a mi cuerpo de felicidad, siendo sólo un engaño para mí esa autodestrucción que simplemente no podía dejar ya. Todo el dinero que había ganado en mi gloriosa vida de éxito era sólo desperdiciado en el alcohol y nada mas, nunca salía de casa, nunca. La vida era monótona, llena de rutinas como beber y recordar, recordar si tan sólo no hubiéramos estado hasta tarde, si tan sólo no hubiéramos ido ese día, si tan sólo no hubiéramos ido nunca.