28/9/09

Memoria fotográfica I

Cuando René descartaba algunos documentos, se encontró con un oficio que pronto llamó su atención. La póliza de seguro tenía de beneficiara a Ana Fuentes, hija de de Don Gustavo Fuentes, quien había fallecido en un accidente en su automóvil hacía ya meses. Aunque las políticas de seguimiento de clientes ya no eran activas para esas épocas, René, como detective de seguros, pensó que podría tomar la oportunidad de hacer llegar el dinero a la chica y así limpiar su nombre de una aparente acusación por fraude años atrás.

“Tal vez la chica nunca supo que era beneficiaria”, pensó, pero llegando a la casa cuya dirección era oficial según los papeles, encontró un lugar abandonado, con un par de drogadictos casi muertos tirados en el piso de su interior. Telarañas, ratas, paredes húmedas y polvo denotaban la poca presencia de alguien en mucho tiempo. René pensó que tal vez se había mudado, o peor aún, que habría desaparecido o muerto también.

No le fue difícil encontrar a otros familiares y amigos de la familia, tratando de encontrar en ellos la respuesta de su paradero. Pero una sorpresa se avecinaba ante René: nadie conocía a Ana. Todos parecían negar su existencia, algo que él suponía era muy sospechoso. 

Decidió buscar al último contacto de su lista, el hermano de Don Gustavo, el viejo señor Alberto, a quien no le fue difícil encontrar. René se presentó ante el viejo, preguntando por Ana, pero no parecía saber de qué estaba hablando el hombre. “¿Quién es Ana?” preguntó el viejo Alberto, “Es su sobrina señor, la hija de Gustavo Fuentes”, afirmó René. Pero el viejo negó conocerla, e incluso mencionó que su hermano jamás tuvo hijos. 

René mostró la póliza donde Don Gustavo había dejado todo a su hija Ana, pero aún así, el señor Alberto pensó que se trataba de alguna broma, o de algún deseo que jamás admitió y supuso implantar su fantasía en papel solamente. René pensó lo mismo y creyó que quizás era inútil seguir en el caso, cuando de pronto notó en la sala de la casa del viejo una fotografía, donde había un par de jóvenes. Una de ellos era mujer, una joven y bella mujer, de cabellos rubios teñidos y ojos claros, con una sonrisa hermosa a pesar de tener un par de dientes chuecos. Pensó que se trataba de ella, pues el señor Alberto no la reconoció. 

“Es mi hijo, Miguel, pero no conozco a la chica de la fotografía” decía el viejo. René pensó que tal vez el joven era la clave para encontrar a la chica. Ya que el chico no estaba en su lista de contactos, le pidió sus datos al viejo. “El no vive en la ciudad, pero podemos hablarle por teléfono” decía el señor Alberto, quien pronto hizo contacto con él. “Hola hijo, ¿cómo te has portado? Tengo a un señor de unos seguros y busca a una tal Ana Fuentes, ¿tú sabes quien podría ser?, tu tío la mencionó como su hija, ¿qué sabes al respecto? Y en un momento de pausa, “Dice que quiere hablar con usted”.

René tomó el teléfono y una expresión sorpresiva en su cara apareció cuando escuchó a Miguel decirle por el auricular “Usted no sabe, pero nadie recuerda a Ana, nadie recuerda a Ana, lo único que queda de ella es la fotografía que tiene usted en sus manos”.

25/9/09

Día mundial de las personas sordas



El 26 de septiembre de 2009 se realizará en la Ciudad de México una marcha a favor de la lengua de señas mexicana. Celebrando el día mundial de las personas sordas, dicho evento no sólo incorporará sordos, sus familias e intérpretes, sino también cualquier persona más allá de la comunidad sorda que se identifique y tenga el propósito de hacer notar la existencia, la lucha y las condiciones por las cuales los sordos, así como la lengua de señas han sentido como grupo minoritario. La cita es en el Ángel de la independencia a las 10 horas.

14/9/09

Saber vender

El intercambio con fines de obtener recursos es tan antiguo como la humanidad misma, pero no por eso pareciera ser un proceso innato. Pareciera que el simple hecho de tener mercancía que vender nos hace inmediatamente comerciantes, pero no es así. Ese trabajo requiere años de práctica, de desilusiones y pocas ganancias. Pero cuando las oportunidades llegan, no parecen ser tomadas.

Existe el comerciante que, al no tener en el momento algo, le dice al cliente que se dé una vuelta la próxima semana, a fin de que en ese tiempo consiga lo que busca. El cliente vuelve la siguiente semana, pero el comerciante, quien no reconoce al cliente mismo y ni siquiera recuerda que le había dicho que buscaría la mercancía, vuelve a hacer dicho ritual vocal de prometer traerlo la semana próxima.

El cliente, quien aún está al tanto e interesado, le recuerda al vendedor de su anterior visita, a lo cual el comerciante sugiere darle un teléfono para que se comunique mejor para evitarle el traslado y no tenerle aún lo que busca. Finalmente, el cliente llama por teléfono al vendedor la siguiente semana para saber si adquirió por fin el producto; pero el comerciante, sin reconocer al cliente, le dice que no maneja esa mercancía.

Otro cliente va con el comerciante, a quien le pide cierto producto. El vendedor se lo tiene listo al día siguiente y el cliente efectivamente va ese día a recibirlo. Desgraciadamente, el vendedor, sea con malicia o ignorancia, trae otro producto al cliente, además de que tiene un costo mayor. ¿Será cuestión de crisis, de neoliberalismo salvaje, de falta de oportunidades? Si, no hay duda, pero no siempre. 

Aunque estos ejemplos son muy comunes en el plano del pequeño comerciante, las grandes empresas también hacen un uso opuesto, pero igualmente equivocado de los medios de comunicación para poder vender a algún cliente en especial. No es de extrañar que de repente, nos llegue una llamada donde promocionan algún producto, servicio o paquete que no queremos. 

Después de amablemente rechazar tal oferta, nos llega otra llamada, de la misma empresa, pero de diferente operador, quien al parecer no está al tanto del rechazo del cliente pues la empresa no mantiene una base de datos de quienes aceptan y quienes no. El problema se multiplica y al menos una vez por semana la llamada se repite, hasta que de pronto se vuelve una molestia repetitiva. Uno termina por salirse o por nunca ingresar a la línea de crédito de tal empresa.

El respeto al cliente es la base para lograr una mejora en las ventas, lo cual no es simplemente hablarle bonito, sino poner atención a lo que realmente desea.