Cuando fui a la consulta ciudadana, cual fue mi sorpresa (no realmente, pero hay que añadir dramatismo) cuando como siempre estaban las dos opciones, la A y la B, la 1 y la 2, la primera y la segunda…
Efectivamente, no podemos escapar aparentemente de esta maldición, una consulta ciudadana sobre la reforma energética de México bajo la regla de las dos opciones, con dos posibles respuestas, analicemos:
1 Actualmente la explotación, transporte, distribución, almacenamiento y refinación de los hidrocarburos (petróleo y gas) son actividades exclusivas del gobierno. ¿Está usted de acuerdo o no está de acuerdo que en esas actividades puedan ahora participar empresas privadas? SI / NO
2. En general, ¿está usted de acuerdo o no está de acuerdo con que se aprueben las iniciativas relativas a la reforma energética que se debaten actualmente en el Congreso de la Unión? SI / NO
Ambas preguntas dicen lo mismo, pero el truco es que la gente no se de cuenta de ello, y donde deben decir si digan no y viceversa. Se cuantifica preferentemente la opción donde más conviene, olvidando la contradicción de la opinión en la otra pregunta.
Bajo un panorama donde la ciencia positivista piensa que preguntando a la gente y creyendo en la más clara opinión podemos lograr cambios, cuantifican sus opiniones a su favor; la realidad es que el más lucido analista, con una visión a futuro y un desinterés por el poder podría darse cuenta de cual es el mejor camino, y preguntando a la gente un ¿verdad que sí? o ¿verdad que no? es como un padre manipulando a su hijo para sus propios caprichos.
Aunque un tanto lógica y cuadrada parece ser caracterizada la creencia de Merovingian en Matrix, aquella opinión sobre la ilusión de la elección, creada por los que tienen poder y los que no, sinceramente parece ser una perfecta analogía en el mundo actual, bajo éste tipo de situaciones.
Una tercera conclusión que puedo ofrecer es siempre pensar hasta que punto nuestras elecciones, no nada más las oficiales, sino las que hacemos todos lo días, están sujetadas ante nuestros más puros deseos o a la racionalidad más lógica que podamos tener, sin que sean los deseos de otro; hasta que punto estamos conscientes de cada una de ellas; que futuro vendrá tras elegir y de que pasado proviene la decisión ya tomada.