El otro día me quedé pensando en la maniobrable agilidad, coordinación y gran sentido de indiferencia al peligro de los mexicanos, al menos los de la Ciudad de México. En un microbús manejado por el cafre más irrespetuoso e inconsciente de las reglas de tránsito que hace darnos un viaje con más adrenalina que cualquier montaña rusa, podemos encontrar a señoras tejiendo un reboso o una bufanda con tremendas agujas.
Debo decir que la habilidad que presentan ellas de poder tejer al ritmo del paseo a 80 km por hora sin cometer errores es digno de asombro. Hasta la fecha no he escuchado de algún accidente por ello, pero considero muy peligroso ese tipo de prácticas dentro de un recorrido de por sí inseguro.
Otra gran hazaña es el poder comer mientras se está parado, esquivando los golpes de la gente que se recorre mientras el suelo vibra como en un terremoto. Aunque los gustos varían, las papas a la francesa con una salsa catsup y queso derretido de olores muy intensos suelen ser uno de los aperitivos más recurrentes. Y aún así, pocas veces puedo notar alguna mancha en la ropa o caída de la comida al suelo.
Pero quizás lo más sorprendente es observar cómo personas con alguna discapacidad motora, especialmente aquellas que suben al camión a pedir dinero, mantienen un equilibrio tal, que ni los enfrenones más agresivos pueden acabar con sus aparentes “frágiles” cuerpos.
A veces las cosas más rutinarias para unos, suelen ser las más extraordinarias para otros.
Debo decir que la habilidad que presentan ellas de poder tejer al ritmo del paseo a 80 km por hora sin cometer errores es digno de asombro. Hasta la fecha no he escuchado de algún accidente por ello, pero considero muy peligroso ese tipo de prácticas dentro de un recorrido de por sí inseguro.
Otra gran hazaña es el poder comer mientras se está parado, esquivando los golpes de la gente que se recorre mientras el suelo vibra como en un terremoto. Aunque los gustos varían, las papas a la francesa con una salsa catsup y queso derretido de olores muy intensos suelen ser uno de los aperitivos más recurrentes. Y aún así, pocas veces puedo notar alguna mancha en la ropa o caída de la comida al suelo.
Pero quizás lo más sorprendente es observar cómo personas con alguna discapacidad motora, especialmente aquellas que suben al camión a pedir dinero, mantienen un equilibrio tal, que ni los enfrenones más agresivos pueden acabar con sus aparentes “frágiles” cuerpos.
A veces las cosas más rutinarias para unos, suelen ser las más extraordinarias para otros.
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