Recientemente me ha llamado la atención un anuncio en la televisión mexicana sobre una marca de agua. Lo que voy a comentar, más bien criticar, no es en sí los efectos fisiológicos de dicha agua, sino en general los efectos sociales de la publicidad. ¿Por qué no comentar los efectos fisiológicos del consumo del agua? Bueno, no soy experto en el tema y por lo visto el debate sobre si son necesarias o no las sales en el agua para el organismo es algo en lo cual siento no tengo por el momento los conocimientos para poder argumentar sobre ello.
En cambio, me interesa apuntar cómo es la publicidad del producto. Se anuncia que esa marca de agua no contiene en absoluto sales de sodio y otras sustancias, simplemente es agua pura. El anuncio muestra a una mujer muy bella pero sumamente obsesionada con buscar algo que no contenga calorías y lo encuentra en dicha marca de agua. Para aquellos que están acostumbrados a escuchar críticas a la publicidad sentirán este texto repetitivo y envuelto en la obviedad, pero aseguro que muchos lectores pueden estar hartos de leer y oír lo mismo y aun así no decir o hacer algo al respecto, pues lo repetitivo se vuelve absurdo, cuando en realidad no debería ser así. Efectivamente, el dichoso anuncio no es el único de su tipo y corresponde a un movimiento publicitario cuyo objetivo es segmentar y confundir al mercado consumista.
Por un lado una parte de los anuncios muestran que el comer cosas deliciosas, en gran cantidad y a buen precio es de lo mejor (es decir, comida rápida y chatarra); mientras que otras se apuntan hacia la parte culposa a posteriori del efecto de los primeros, o sea, los anuncios que tratan sobre “alimentos saludables”, así como medicamentos y tratamientos para la salud, aunque sobre todo para la belleza física. Debido a la falta de conocimientos de la población, se crea un sentido común y una práctica social en la cual lo “bueno y correcto” es comer algo sabroso, pero cuidarse; hay que sacrificar todo por el placer de deleitarse por un alimento o bebida de gran sabor, pero hacer el mínimo esfuerzo por recuperar la salud, o más bien la forma física.
Aquel que se incline sólo por un lado tendrá consecuencias: Si se queda del lado de lo sabroso probablemente el sobrepeso le generará un gran estigma social, asimismo su salud fisiológica (y psicológica de la cual no se habla pero se sobreentiende) terminará con la persona. Por otra parte, aquel que se quede del lado de lo saludable será estigmatizado por su arrogancia y renuencia, y su papel como anacoreta culinario le hará ser visto como un externo al juego social de esta interacción alimentaria.
De esta interacción, en la cual se crea la ilusión de un balance alimentario, de lo sabroso a lo saludable, existe en realidad pérdidas de todo tipo. Una pérdida económica que es la cual interesa a los medios y las industrias que manejan los productos. Pero para la persona no sólo es la pérdida de su dinero, es la pérdida de salud, tiempo e ilusiones vacías, sustituidas en su mente por ilusiones que cegan la realidad del vacío, una pantalla o monitor de televisión que muestra una realidad que no es.
El anuncio del agua corresponde a ese segundo tipo de comerciales y productos, creados para compensar la ilusión de bienestar saludable. En realidad el mismo anuncio muestra ya de por sí la enfermedad (es decir, la obsesión, que después podría convertirse en desordenes alimenticios) como si fuera algo normal e incluso correcto. Por ello se crean entonces un tercer tipo de anuncios, aquellos para concienciar, tratar de manejar la culpa retroactiva hacia la sociedad. Es decir, aquellos que se dedican a promover la limpieza de las instituciones y sus productos y acusar a la gente de su negligencia por haber consumido esas mercancías.
El agua pura es en realidad aquella que existió antes de la transformación del mundo por parte del humano. Esa agua ya no existe, pero existen ilusiones sobre ella, como la del anuncio. El agua, ya nos podemos dar cuenta, es un bien privado, de estatus, de privilegios, de manipulación social, de poder y de lucha. Ese efecto a gran escala puede verse tan simple como en la conducta consumista y alimentaria de aquellos y aquellas que crean que beber el agua sin algo es lo más saludable.
En cambio, me interesa apuntar cómo es la publicidad del producto. Se anuncia que esa marca de agua no contiene en absoluto sales de sodio y otras sustancias, simplemente es agua pura. El anuncio muestra a una mujer muy bella pero sumamente obsesionada con buscar algo que no contenga calorías y lo encuentra en dicha marca de agua. Para aquellos que están acostumbrados a escuchar críticas a la publicidad sentirán este texto repetitivo y envuelto en la obviedad, pero aseguro que muchos lectores pueden estar hartos de leer y oír lo mismo y aun así no decir o hacer algo al respecto, pues lo repetitivo se vuelve absurdo, cuando en realidad no debería ser así. Efectivamente, el dichoso anuncio no es el único de su tipo y corresponde a un movimiento publicitario cuyo objetivo es segmentar y confundir al mercado consumista.
Por un lado una parte de los anuncios muestran que el comer cosas deliciosas, en gran cantidad y a buen precio es de lo mejor (es decir, comida rápida y chatarra); mientras que otras se apuntan hacia la parte culposa a posteriori del efecto de los primeros, o sea, los anuncios que tratan sobre “alimentos saludables”, así como medicamentos y tratamientos para la salud, aunque sobre todo para la belleza física. Debido a la falta de conocimientos de la población, se crea un sentido común y una práctica social en la cual lo “bueno y correcto” es comer algo sabroso, pero cuidarse; hay que sacrificar todo por el placer de deleitarse por un alimento o bebida de gran sabor, pero hacer el mínimo esfuerzo por recuperar la salud, o más bien la forma física.
Aquel que se incline sólo por un lado tendrá consecuencias: Si se queda del lado de lo sabroso probablemente el sobrepeso le generará un gran estigma social, asimismo su salud fisiológica (y psicológica de la cual no se habla pero se sobreentiende) terminará con la persona. Por otra parte, aquel que se quede del lado de lo saludable será estigmatizado por su arrogancia y renuencia, y su papel como anacoreta culinario le hará ser visto como un externo al juego social de esta interacción alimentaria.
De esta interacción, en la cual se crea la ilusión de un balance alimentario, de lo sabroso a lo saludable, existe en realidad pérdidas de todo tipo. Una pérdida económica que es la cual interesa a los medios y las industrias que manejan los productos. Pero para la persona no sólo es la pérdida de su dinero, es la pérdida de salud, tiempo e ilusiones vacías, sustituidas en su mente por ilusiones que cegan la realidad del vacío, una pantalla o monitor de televisión que muestra una realidad que no es.
El anuncio del agua corresponde a ese segundo tipo de comerciales y productos, creados para compensar la ilusión de bienestar saludable. En realidad el mismo anuncio muestra ya de por sí la enfermedad (es decir, la obsesión, que después podría convertirse en desordenes alimenticios) como si fuera algo normal e incluso correcto. Por ello se crean entonces un tercer tipo de anuncios, aquellos para concienciar, tratar de manejar la culpa retroactiva hacia la sociedad. Es decir, aquellos que se dedican a promover la limpieza de las instituciones y sus productos y acusar a la gente de su negligencia por haber consumido esas mercancías.
El agua pura es en realidad aquella que existió antes de la transformación del mundo por parte del humano. Esa agua ya no existe, pero existen ilusiones sobre ella, como la del anuncio. El agua, ya nos podemos dar cuenta, es un bien privado, de estatus, de privilegios, de manipulación social, de poder y de lucha. Ese efecto a gran escala puede verse tan simple como en la conducta consumista y alimentaria de aquellos y aquellas que crean que beber el agua sin algo es lo más saludable.
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