Me ha interesado poner atención en varias cuestiones dentro de las pláticas de sentido común que se desarrollan en la vida cotidiana. Por un lado, desprestigiar actos en el pasado, lo cual no está incorrecto ni nada por el estilo, sino por su carácter insistente que de no haber pasado estaríamos mejor. Claro está, que dichos eventos tengan ya tanto tiempo de haber ocurrido. Por ejemplo, en México comúnmente se condena la conquista española, sin embargo, de haber sucedido algo diferente, el rumbo de la historia habría tomado otro y, bueno, esencialmente “no existiríamos”.
Lo que está mal es, en tal caso, seguir sometiendo al pueblo, dejar sin resolver tantas violaciones a los derechos humanos, explotar los recursos naturales y culturales, y así sucesivamente. Esas cosas son aquellas de las cuáles sí tenemos el poder en el presente, para un mejor futuro. El pasado no cambia, los daños están hechos, pero reescribir el pasado e ignorar el presente no lo son del todo.
Por otra parte, imagino que hemos escuchado en varios momentos frases como “los niños son el futuro”. La frase parece entonces poner las esperanzas en otras generaciones, unas que aunque tendrán el poder en el futuro, en realidad no lo tienen en el presente. Sin un cambio en las generaciones responsables de su tiempo, el futuro sólo queda en una fantasía. Sin buena educación, sin cambios en las condiciones que guíen esas nuevas generaciones, lo más lógico será esperar que reproduzcan lo que nosotros hacemos.
Dejamos la responsabilidad del cambio a otros, sin cambiar nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario