14/9/09

Saber vender

El intercambio con fines de obtener recursos es tan antiguo como la humanidad misma, pero no por eso pareciera ser un proceso innato. Pareciera que el simple hecho de tener mercancía que vender nos hace inmediatamente comerciantes, pero no es así. Ese trabajo requiere años de práctica, de desilusiones y pocas ganancias. Pero cuando las oportunidades llegan, no parecen ser tomadas.

Existe el comerciante que, al no tener en el momento algo, le dice al cliente que se dé una vuelta la próxima semana, a fin de que en ese tiempo consiga lo que busca. El cliente vuelve la siguiente semana, pero el comerciante, quien no reconoce al cliente mismo y ni siquiera recuerda que le había dicho que buscaría la mercancía, vuelve a hacer dicho ritual vocal de prometer traerlo la semana próxima.

El cliente, quien aún está al tanto e interesado, le recuerda al vendedor de su anterior visita, a lo cual el comerciante sugiere darle un teléfono para que se comunique mejor para evitarle el traslado y no tenerle aún lo que busca. Finalmente, el cliente llama por teléfono al vendedor la siguiente semana para saber si adquirió por fin el producto; pero el comerciante, sin reconocer al cliente, le dice que no maneja esa mercancía.

Otro cliente va con el comerciante, a quien le pide cierto producto. El vendedor se lo tiene listo al día siguiente y el cliente efectivamente va ese día a recibirlo. Desgraciadamente, el vendedor, sea con malicia o ignorancia, trae otro producto al cliente, además de que tiene un costo mayor. ¿Será cuestión de crisis, de neoliberalismo salvaje, de falta de oportunidades? Si, no hay duda, pero no siempre. 

Aunque estos ejemplos son muy comunes en el plano del pequeño comerciante, las grandes empresas también hacen un uso opuesto, pero igualmente equivocado de los medios de comunicación para poder vender a algún cliente en especial. No es de extrañar que de repente, nos llegue una llamada donde promocionan algún producto, servicio o paquete que no queremos. 

Después de amablemente rechazar tal oferta, nos llega otra llamada, de la misma empresa, pero de diferente operador, quien al parecer no está al tanto del rechazo del cliente pues la empresa no mantiene una base de datos de quienes aceptan y quienes no. El problema se multiplica y al menos una vez por semana la llamada se repite, hasta que de pronto se vuelve una molestia repetitiva. Uno termina por salirse o por nunca ingresar a la línea de crédito de tal empresa.

El respeto al cliente es la base para lograr una mejora en las ventas, lo cual no es simplemente hablarle bonito, sino poner atención a lo que realmente desea.

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